La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria analiza el alga cochayuyo, que se consume de forma habitual en Chile, y plantea objeciones de seguridad a su venta como nuevo alimento en Europa
Por María José Pinar Cortesía

Cuando un producto forma parte de la dieta tradicional en un país fuera de la Unión Europea (UE) y cuenta con un historial comprobado de uso alimentario seguro, el proceso de obtención del permiso para autorizarlo en la UE como un nuevo alimento es relativamente ágil. Así se esperaba que ocurriera con las láminas u hojas secas del alga parda Durvillaea antarctica, conocida como alga cochayuyo, ya que, como asegura el solicitante del permiso, llevan más de 25 años consumiéndose en Chile. Sin embargo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) considera que su consumo puede representar un riesgo para la salud. ¿Por qué? Te lo contamos en las siguientes líneas donde también hacemos un repaso a los beneficios, riesgos y retos de las algas comestibles.
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En fechas recientes, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria presentó los resultados de su evaluación sobre el riesgo asociado al consumo del alga parda Durvillaea antarctica, conocida como alga cochayuyo. Lo hizo en respuesta a una solicitud para autorizar como nuevo alimento esta especie, que es muy popular en Chile.
Sin embargo, la EFSA no le ha dado su visto bueno: plantea objeciones de seguridad a su comercialización en la UE. En su informe técnico detalla que su consumo puede representar un riesgo para la salud humana, debido a su alto contenido de cadmio, yodo y arsénico inorgánico, elementos tóxicos para el organismo.
Del mar al plato: el auge de las algas
A pesar de este revés, en los últimos años, las algas han pasado de ser una rareza a ganar espacio en los supermercados europeos. Aunque son un ingrediente común en la cocina asiática desde hace siglos, en Europa su consumo es aún limitado. Según la normativa de la Unión Europea, las algas están consideradas nuevos alimentos, por lo que requieren solicitar autorización para poder comercializarse.
En la actualidad, hay más de 20 especies de algas registradas como nuevo alimento, si bien el número de algas comestibles es mayor, pues en este registro no están incluidas las algas que ya se consumían antes de 1997, fecha en la que entró en vigor la normativa de nuevos alimentos.
👉 Ingrediente
En el ámbito alimentario, las algas se consumen como ingrediente en preparaciones culinarias. Entre los ejemplos más populares están: el nori, que se usa para envolver el sushi; el wakame, empleado en sopas y ensaladas; y el kombu, que es utilizado en caldos.

👉 Con funciones tecnológicas
En alimentos procesados, las algas aportan funciones tecnológicas, como su capacidad emulsionante, gelificante y de retención de agua, lo que mejora la textura y estabilidad de diversos productos. Además, de las algas se obtienen aditivos naturales muy utilizados en la industria alimentaria, como el agar-agar, los carragenatos y los alginatos, que aportan propiedades espesantes, gelificantes y estabilizantes.
👉 Complemento alimenticio
Además de estas macroalgas marinas, también hay microalgas como la espirulina y la chlorella, que se consumen sobre todo como complementos alimenticios debido a sus compuestos bioactivos.
Beneficios del consumo de algas
El atractivo de las algas reside en sus propiedades beneficiosas para la salud y en la sostenibilidad de su cultivo.
- En términos nutricionales, destacan por ser fuente de varios micronutrientes: vitaminas A, C y varias del grupo B, así como de minerales como hierro, calcio y magnesio.
- Son bajas calorías y ricas en fibra.
- Un dato curioso es que, a pesar de su sabor salado, sus niveles de sodio no son excesivos, por lo que se está estudiando su uso como alternativas a la sal.
- Contribuyen a la salud cardiovascular ya que, a pesar de contener pocos lípidos, son ricos en ácidos grasos omega 3.
- Las algas contienen diversos compuestos bioactivos, como pigmentos, compuestos fenólicos, péptidos y aminoácidos, a los que se les atribuyen propiedades beneficiosas para la salud, incluyendo efectos antiinflamatorios, antioxidantes y prebióticos, entre otros.
✅ Ventajas para el medio ambiente
Por otro lado, desde el punto de vista ambiental, el cultivo de algas podría ser una alternativa para reducir la presión sobre los cultivos terrestres y mejorar la salud de los océanos. Este tipo de producción no requiere tierra cultivable ni agua dulce. Además, las macroalgas actúan como sumideros de carbono, ayudando a mitigar la acidificación oceánica al capturar CO2, además de contribuir a su oxigenación.
Posibles riesgos y precauciones
A pesar de sus ventajas, el consumo de algas no está libre de riesgos. Como hemos visto en el caso del alga cochayuyo, las algas pueden acumular metales pesados como arsénico, cadmio, mercurio y plomo.
La concentración de elementos tóxicos depende, entre otros factores, de la especie de alga y del medio en que habite. Por ejemplo, se sabe que el alga hiziki tiende a acumular arsénico, razón por la cual se desaconseja su consumo.

Además de metales pesados, las algas pueden tener altos niveles de yodo, especialmente las algas pardas como el kombu, lo que puede afectar a la tiroides si se consume en exceso. Ciertos grupos deben tener especial precaución: niños, embarazadas y personas con problemas tiroideos deberían evitar comer estas especies.
Las algas también pueden acumular otros contaminantes químicos como dioxinas, PCBs y residuos de pesticidas.
Otros riesgos asociados son la presencia de microrganismos patógenos, como Salmonella o norovirus, o la de contaminantes físicos como microplásticos.
Retos para el sector de las algas
La producción de algas se enfrenta a varios desafíos, como los altos costes de los cultivos a pequeña escala y la posibilidad de contaminaciones biológicas, como parásitos. En términos medioambientales, aún se desconoce el impacto de su recolección y cultivo, lo que hace necesario recabar más datos para ver el impacto de estas prácticas.
La regulación también es compleja, ya que el cultivo y la venta de algas están sujetos a distintas regulaciones, de forma que algunos aspectos están sujetos a normativa comunitaria y otros dependen de cada país.
En lo que se refiere a seguridad alimentaria, resulta esencial investigar cómo el procesamiento afecta a los contaminantes, obtener datos más representativos de consumo y determinar los niveles de contaminantes por especie de alga y región. Además, es necesario establecer límites máximos de contaminantes y yodo en algas, y controlar la posible presencia de tóxicos naturales como cianotoxinas y alérgenos.
Por último, el consumo de algas enfrenta un desafío importante: el rechazo por parte de los consumidores, debido a sus características sensoriales, el desconocimiento sobre su preparación y, en algunos casos, a la neofobia. Educar al consumidor puede ser clave para superar estas barreras y fomentar su aceptación.