Por Manuel Cañadas/cortesía
El 14 de abril del año 2013 falleció en México el portero colombiano Miguel Calero. Y por iniciativa de la fábrica de guantes Rinat, ese día se destinó para homenajear a los porteros del mundo.

Calero jugó en el Pachuca de México y en la Seleccion Colombia y en cierta ocasión tuvo un bello gesto con nuestro sensacional arquero Misael Alfaro al regalarle dos pares de guantes, fue un portero que entregó toda su pasión, talento y profesionalismo a defender la portería hasta con su vida, se le conocía como el Cóndor de los Andes y destacaba además por sus salidas ofensivas al más puro estilo de su compatriota René Higuita. Pero debemos agregar que Misael no le iba a la zaga, cuidó con enorme celo la portería, muchas veces arriesgando su integridad física y hacía goles, al punto que en ese rubro está entre los mejores de la historia mundial.¡Vayan estas líneas, para nuestros arqueros, nuestros locos tan queridos y admirados!.
LOS LOCOS DEL ARCO
Al inicio fueron unos atajadores que se quedaban atornillados a la línea de gol esperando el momento en que les tocaba enfrentar los fusilamientos. Cuando su equipo atacaba era característico verlos caminar de un palo a otro en un movimiento rayano en la repetición.

Condenados a ver el partido de lejos sin moverse de la meta, sufrían cada entrada fuerte y por lo general terminaban lesionados en cada partido. Quienes optaban por el puesto de arquero sabían a lo que iban. Estaban ahí para impedir que cayeran los goles y por contraposición los delanteros estaban dispuestos a todo para conseguirlos.
Por eso muchos los tildaban de locos y los siguen tildando por ese sentimiento casi masoquista de ser agredidos con cada ataque rival. He aqui un recuento de arqueros nacionales: Carlos Cañas, uno de los primeros arqueros de la selección nacional a finales de los años 20.

Luego ha habido una producción interminable: Edmundo «Zarco» Majano, Miguel «Chivo» Guardado, Manuel «Cuico» Gómez, Eliseo Mejía, Ovidio López, «Chepe León» Najarro, Oliverio Gómez, Manuel «Tamalón» Garay, Humberto «Zurdo» Pérez, Carlos «Ranchero» Guerra, Yohalmo Aurora, Galileo Cañas, Lindoro Escamilla, Wérner Ortiz, Ovidio López, «Piba» Granados, pasando por Ricardo «Chato» Rodríguez, Luis «Catuta» López, Oscar «Negro» Herrera, Carlos Galeano, Mario «Conga» Medina, Atilio Pineda padre e hijo, Antonio «Tentación» Ramírez, Rodolfo «Chofo» Cea, Francisco «Cabezón» Francés, Raúl «Araña» Magaña, «Chato» Santana Orellana, «Chocolate» Andrade, Armando «Monito» Cortez, Carlos Zúniga, Agustín Benavides, David Silva, «Resortes» Alvarado, Oscar Quiteño, Carlos Nova, Arnulfo Cabrera, «Chino» Quintanilla, «Zipe» Peraza López, «Tilín» Melgar, Carlos «Cabrita» Martínez, «Chacuatete» Pérez, Carlos «Cabo» Morán y su hijo Margarito Morán; «Charrandinga» Contreras, Mauricio «Tarzán» Alvarenga, Juan «Gatti» Méndez, Adrián «Chulán» Rivas, Tomás «Flaco» Pineda Nieto, Gualberto «Pulpo» Fernández, Jorge «Calero» Suárez, «Coronita» Martínez, Julio Martínez, Carlos Calderón, Marcial Vela Ramos, Joaquín «Chato» Moreno, Jorge Vanegas, Gustavo Vega padre e hijo, Nino Navas, Manuel «Chele» Castillo, «Seco» Castillo, «Caly» Cañadas, Jaime Quevedo, Mauricio Henríquez Vargas, Ricardo «Arañita» Calderón, «Tarnaswky» Bonilla, Edmundo Âlvarez, Ricardo Omar Barillas, Juan Parker Astacio, Nicolás «Niky» Chávez, «Gavilán» Funes, Víctor Manuel Loucel, José Luis Palencia, Gustavo Cuellar, Ricardo Mora, Érick Hasbun, Eduardo Hernández, René Puquirre, Miguel «Macho» Paniagua, Leopoldo Herrera, Mauricio «Pajarito» López, Ricardo Tadeo «Chapín» Martínez, el uruguayo nacionalizado Albert Fay Dessant, Ricardo Mena Laguán, Joaquín Alabí, Roberto «Pecho de Hule» Meléndez, «Macarrón» Cardona, Jerónimo «Chomo» Barahona, Pedro «Manga» Chavarría, José Juan Pinzón, «Nacho» Calderón, Julio Marroquín, «Tigrillo» Hernández, Víctor Manuel «Gallo» Salazar, William «Chato» Canales, Carlos «Cacho» Meléndez, Ricardo Farrar, Fredy Carranza, Nelson Meza, Francisco «Avión» Najarro, William Noè Rosales Santillana, Erick Hasbun, Jose Luis «Halcón» Munguía, Oscar Molina, Misael Alfaro, Guadalupe «Chepe Hielo» Martínez, Sergio «Yiyo» Muñoz, Carlos «Carlanga» Rivera, Adolfo «Fito» Menéndez, Raúl García, Gonzalo Muñoz, Julio César Alvarado, Luis «Manotas» Castro, Raúl Chamagua, Juan José «Halcón» Gómez, Miguel Montes, Carlos Alvarenga, Hugo Treminio, Luis «Motor» Contreras, Saúl Jimènez y otros más. Los arqueros salvadoreños que han jugado afuera han sido: Raúl Magaña, Werner Ortiz, Mauricio «Tarzán» Alvarenga, Ricardo Calderón, Ricardo Mora y Julio «Tigrillo» Hernández en Guatemala; Magaña también jugó en Canadá . Carlos «Cacho» Meléndez jugó en Costa Rica, Carlitos Rivera en Honduras.

Entre los más grandes tenemos a Raúl Magaña, Ricardo Mora, Edmundo Majano, Manuel Garay, Yohalmo Aurora, Humberto Pérez, Gualberto Fernández, Carlos Guerra, Tomás Pineda, Mauricio Alvarenga, Jorge Suárez Landaverde, Francisco Francés, Ricardo Martínez, Carlos Rivera, Misael Alfaro.
También vinieron por acá extranjeros, grandes portentos del arco desde los hondureños Belarmino Rivera, Ricardo Cardenas, Julio Cèsar Arzù, los guatemaltecos Gabriel «Candado» Urriola, Rogelio Flores, Ricardo Jerez, los ticos Toribio, Barboza, Didier Gutiérrez, Juan Gutiérrez, Aldana; los brasileños Jonas Lòpez, Ademir Barbosa, Nery de Souza, Carlinho das Neves, los argentinos Marrapodi, Ricardo Piccinini, Jorge Tripiccio, Matìas Coloca, los chilenos Efraín Santander, Patricio Sasmay y Héctor Fernando Encina, los uruguayos Leonel Conde, Albert Fay Desant, Rafael Garcìa, el colombiano Christian Gonzâlez, los mexicanos Nahún Corro y «Pituca» Ferreira, el paraguayo José María González, el peruano Jesús Goyzueta, el nica Roger Mayorga, el dominicano Junior Mejia, el gabonés Didier Ovono, el panameño «Toro» Aguirre.

Con los años los arqueros han ido evolucionado, incluso hasta en la vestimenta. Así fueron apareciendo los osados que se atrevieron a salir de su portería y se encontraron con no pocas sorpresas, ante la astucia de los delanteros. Ahora abundan los que juegan adelantados y hasta se dan el taco de diseñar sus implementos o que se los diseñen, con buen o mal gusto.
Y no pueden ser tocados en el área cuando tienen la pelota. En nuestro fútbol han habido dos grandes villanos héroes; primero fue Raúl Magaña quien en el NORCECA de marzo en 1963 y a raíz de una goleada de 4 goles a 1 ante Costa Rica fue culpado de la derrota por algunos aficionados, al punto que se fue a jugar al Guatemala donde se convirtió en uno de los ases adorados por los hermanos chapines.
Durante un buen tiempo se negó a saludar a la afición cuscatleca y con los años, volvió para ganarse el reconocimiento a fuerza de grandes actuaciones. El otro ha sido Ricardo Mora, hijo futbolístico de Magaña quien con sus grandes actuaciones prácticamente clasificó a la selección que fue a España 82. Ya en el Mundial y con apenas 18 años sufrió en el debut una debacle ante Hungría, lo cual le costó el escarnio de la afición.

Y al igual que Magaña se marchó a jugar a Guatemala, al Aurora para más señas donde fue considerado el mejor arquero hasta que decidió regresar para obtener el reconocimiento que merecía. Ellos dos han sido los más grandes en el arco nacional. Raúl consideraba su hijo a Ricardo y este le decía papá, su cariño hacia él era incondicional y hasta en sus últimas horas estuvo a su lado.Pero en suma en los triunfos son los delanteros quienes siempre tienen los méritos, aunque en la derrota es el portero quien tiene la culpa.
Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal el castigado es el arquero y debe enfrentarse a su verdugo en la inmensidad de la valla. con 7.32 de largo y 2.44 de alto.Para el pateador el arco se reduce y para el arquero se vuelve más grande, es la teoría de la relatividad aplicada al fútbol. Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es quien paga los platos rotos, bajo una lluvia de pelotazos, expiando las culpas ajenas.
Sus compañeros de cancha podrán equivocarse en grande, pero tienen la oportunidad de reivindicarse mediante una buena jugada, un gol, un tiro. Pero si el arquero falló no hay vuelta de hoja: «no sabe salir, tiene las manos de trapo, el pecho de hule o sencillamente no sirve». En la actualidad hay arqueros atajadores, los que juegan el área, o una combinación de ambas instancias.

Pero los mejores son aquellos que cuando sus compañeros de retaguardia inician las maniobras del repliegue, están atentos a las líneas del pase y a los desmarques peligrosos de los rivales, no solamente para quedarse con los balones sino para interferir las jugadas de avanzada con la velocidad y anticipación como si se tratara del líbero más consumado.
Y cuando llegan los centros aéreos salen con mucho aplomo en diagonal hacia lo que ocurra en sus dominios para transmitir seguridad a sus compañeros e impotencia a los rivales. El espectáculo provoca ansiedad, alegría y el portero debe jugar con seguridad y prescindir de todos aquellos adornos que puedan comprometerlo. Con sus salidas a las puntas, maniobras inesperadas y lances espectaculares deberá solventar mediante un toque o un rechazo, una situación apremiante. Interpreta así que la base del juego en zona es el orden táctico que tiene como apoyo racional una distribucion de roles, donde debe salir de su feudo para integrarse al esquema general.
En el futbol moderno, además de tener grandes reflejos, el arquero debe ser un estratega, ágil, veloz, técnico, con amplia visíón de juego. Un atleta que debe leer el juego de ataque del rival, adueñarse del área pequeña, descolgar sin mayores adornos los balones que llegan sobre sus dominios y ser el iniciador del contrataque. Es un hecho irrefutable, no es mejor arquero el que detiene más disparos, sino el que consigue impedirlos, donde tiene mucho que ver su colocación, talento, arrojo y por sobre todo su resolución o su locura.