Cortesía de Felipe Ascencio
Isabel I subió al trono en 1558 en medio del caos. Su hermana María había dejado al país dividido por las guerras religiosas. Muchos pensaban que una mujer sola no podía gobernar… pero ella demostró lo contrario.
No se casó jamás. Se llamó a sí misma “la Reina Virgen” y dijo que estaba casada con Inglaterra. Gobernó con firmeza, evitó alianzas peligrosas y mantuvo el equilibrio entre católicos y protestantes con astucia.
Durante su reinado, Inglaterra se convirtió en una potencia naval. Venció a la temida Armada Invencible de España en 1588, impulsó la exploración marítima y plantó las semillas del imperio británico.
También fue una era de esplendor cultural. Shakespeare, Marlowe y otros genios florecieron bajo su gobierno. Era culta, políglota y amaba las artes… pero también sabía cuándo mostrar mano dura.
Isabel I murió en 1603 tras 45 años de reinado. Nunca tuvo hijos, pero su legado fue inmenso: convirtió a Inglaterra en una nación fuerte, independiente y admirada. Fue más que una reina… fue un símbolo.