Una visión democrática de la inteligencia artificial debe prevalecer por sobre una autoritaria
Por Sam Altman Cortesía Infobae
Ésta es la cuestión urgente de nuestro tiempo. El rápido progreso de la inteligencia artificial significa que nos enfrentamos a una elección estratégica sobre el tipo de mundo en el que vamos a vivir: ¿será uno en el que Estados Unidos y las naciones aliadas impulsen una IA global que extienda los beneficios de la tecnología y abra el acceso a ella, o uno autoritario, en el que naciones o movimientos que no comparten nuestros valores utilicen la IA para cimentar y expandir su poder?
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No hay una tercera opción, y es hora de decidir qué camino tomar. En la actualidad, Estados Unidos lidera el desarrollo de la IA, pero su liderazgo no está ni mucho menos garantizado. Gobiernos autoritarios de todo el mundo están dispuestos a gastar enormes cantidades de dinero para alcanzarnos y, en última instancia, superarnos. El dictador ruso Vladimir Putin ha advertido oscuramente que el país que gane la carrera de la IA “se convertirá en el gobernante del mundo”, y la República Popular China ha dicho que aspira a convertirse en el líder mundial de la IA para 2030.
Estos regímenes y movimientos autoritarios mantendrán un estrecho control sobre los beneficios científicos, sanitarios, educativos y sociales de la tecnología para cimentar su propio poder. Si consiguen ponerse a la cabeza de la IA, obligarán a las empresas estadounidenses y de otras naciones a compartir los datos de los usuarios, aprovechando la tecnología para desarrollar nuevas formas de espiar a sus propios ciudadanos o crear ciberarmas de nueva generación para utilizarlas contra otros países.
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El primer capítulo de la IA ya está escrito. Sistemas como ChatGPT, Copilot y otros están funcionando como asistentes limitados, por ejemplo, redactando las visitas de los pacientes para que enfermeras y médicos puedan dedicar más tiempo a los enfermos, o sirviendo como asistentes más avanzados en determinados dominios, como la generación de código para ingeniería de software. Pronto llegarán más avances y marcarán el comienzo de un periodo decisivo en la historia de la sociedad humana.
Si queremos garantizar que el futuro de la IA sea un futuro construido para beneficiar al mayor número posible de personas, necesitamos una coalición mundial liderada por Estados Unidos de países con ideas afines y una nueva estrategia innovadora para hacerlo realidad. Los sectores público y tecnológico de Estados Unidos deben hacer bien cuatro grandes cosas para garantizar la creación de un mundo moldeado por una visión democrática de la IA.
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Fotografía de archivo de una computadora con la portada de ChatGPT, un programa de inteligencia artificial desarrollada por la empresa OpenAI (EFE/ Rayner Peña R)
En primer lugar, las empresas y la industria estadounidenses de IA deben elaborar medidas de seguridad sólidas para garantizar que nuestra coalición mantenga el liderazgo en los modelos actuales y futuros y permita a nuestro sector privado innovar. Estas medidas incluirían innovaciones en materia de ciberdefensa y seguridad de los centros de datos para evitar que los piratas informáticos roben propiedad intelectual clave, como las ponderaciones de los modelos y los datos de entrenamiento de la IA. Muchas de estas defensas se beneficiarán del poder de la inteligencia artificial, que facilita y agiliza a los analistas humanos la identificación de riesgos y la respuesta a los ataques. El gobierno estadounidense y el sector privado pueden colaborar para desarrollar estas medidas de seguridad lo antes posible.
En segundo lugar, la infraestructura es el destino cuando se trata de IA. La pronta instalación de cables de fibra óptica, líneas coaxiales y otras piezas de infraestructura de banda ancha es lo que permitió a Estados Unidos pasar décadas en el centro de la revolución digital y construir su actual liderazgo en inteligencia artificial. Los responsables políticos estadounidenses deben trabajar con el sector privado para construir cantidades significativamente mayores de la infraestructura física -desde centros de datos hasta centrales eléctricas- que hacen funcionar los propios sistemas de IA. Las asociaciones público-privadas para construir esta infraestructura necesaria dotarán a las empresas estadounidenses de la potencia informática necesaria para ampliar el acceso a la IA y distribuir mejor sus beneficios sociales.
La construcción de esta infraestructura también creará nuevos puestos de trabajo en todo el país. Estamos asistiendo al nacimiento y la evolución de una tecnología que considero tan trascendental como la electricidad o Internet. La IA puede ser el cimiento de una nueva base industrial que nuestro país haría bien en adoptar.
Necesitamos complementar los proverbiales “ladrillos y cemento” con una inversión sustancial en capital humano. Como nación, tenemos que cultivar y desarrollar la próxima generación de innovadores, investigadores e ingenieros de IA. Ellos son nuestra verdadera superpotencia.
En tercer lugar, debemos desarrollar una política coherente de diplomacia comercial para la IA, que incluya claridad sobre cómo Estados Unidos pretende aplicar los controles a la exportación y las normas de inversión extranjera para el desarrollo global de los sistemas de IA. Esto también significará establecer normas sobre qué tipo de chips, datos de entrenamiento de IA y otros códigos -algunos de los cuales son tan sensibles que pueden tener que permanecer en Estados Unidos- pueden alojarse en los centros de datos que los países de todo el mundo se apresuran a construir para localizar la información de IA.
La infraestructura es el destino cuando se trata de IA (REUTERS/Alessandro Bianchi)
Nuestro actual liderazgo en IA, en un momento en que las naciones de todo el mundo compiten por un mayor acceso a la tecnología, facilitará la incorporación de más países a esta nueva coalición. Asegurarnos de que los desarrolladores de esos países puedan acceder fácilmente a modelos de código abierto reforzará aún más nuestra ventaja. El reto de quién liderará la IA no consiste sólo en exportar tecnología, sino también los valores que defiende.
Y en cuarto lugar, tenemos que pensar de forma creativa en nuevos modelos para que el mundo establezca normas en el desarrollo y despliegue de la IA, con especial atención a la seguridad y garantizando un papel para el sur global y otras naciones que históricamente se han quedado atrás. Como ocurre con otras cuestiones de importancia mundial, esto requerirá que nos comprometamos con China y mantengamos un diálogo permanente.
En el pasado he hablado de crear algo parecido al Organismo Internacional de la Energía Atómica para la IA, pero ese es sólo un modelo potencial. Una opción podría unir la red de institutos de seguridad de IA que se está construyendo en países como Japón y Gran Bretaña y crear un fondo de inversión al que podrían recurrir los países comprometidos con el cumplimiento de los protocolos democráticos de IA para ampliar sus capacidades informáticas nacionales.
Otro posible modelo es la Corporación de Asignación de Nombres y Números de Internet (ICANN), creada por el gobierno estadounidense en 1998, menos de una década después de la creación de la World Wide Web, para estandarizar la navegación por el mundo digital. La ICANN es ahora una organización independiente sin ánimo de lucro con representantes de todo el mundo dedicados a su misión principal de maximizar el acceso a Internet en apoyo de una comunidad mundial abierta, conectada y democrática.
Si bien es importante identificar el órgano decisorio adecuado, lo fundamental es que la IA democrática aventaja a la autoritaria porque nuestro sistema político ha facultado a las empresas, empresarios y académicos estadounidenses para investigar, innovar y construir.
No podremos tener una IA construida para maximizar los beneficios de la tecnología y minimizar sus riesgos a menos que trabajemos para asegurarnos de que prevalece la visión democrática de la IA. Si queremos un mundo más democrático, la historia nos dice que nuestra única opción es desarrollar una estrategia de IA que ayude a crearlo, y que las naciones y los tecnólogos que llevan la delantera tienen la responsabilidad de tomar esa decisión, ahora.
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