Sin restar las muertes, los destrozos en hogares y los desplazados por la detonación en el puerto, repasamos la pérdida cultural en Beirut, desde sus galerías de arte hasta la joya Museo Sursock. Los daños arquitectónicos se cuentan por millones de dólares, pero hay obras que nunca se podrán recuperar. Esa pérdida, aunque literaria, es la que temen en Hong Kong las editoriales y los autores críticos con China. Otro de los temas de esta crónica, con cintas para subir la moral (‘Military Wives’, ‘Made in Italy’) y discos de Gloria Estefan y Metallica, este último en modo sinfónico.

Sobre la explosión en el puerto de Beirut, el pasado 4 de agosto, hay un dato demoledor: su detonación provocó diez veces más destrucción que 15 años de guerra civil libanesa. En solo segundos, 2.750 toneladas de amonio barrieron decenas de vidas y hogares, dejando al descubierto la negligencia política, el polvo y el hastío.

En esta crónica, el daño que nos atañe en específico es el de la cultura que, para situarlos, en Beirut se encontraba pegada al puerto. Sus zonas de ocio, galerías de arte y edificios históricos brillaban desde ese fatídico epicentro. Por ello, son variados los patrimonios o centros culturales que han reportado pérdidas estructurales y artísticas, algunos imposibles de revivir.

Es el caso de las galerías Marfa y Galerie Tanit, destruidas por completo. Esta última, abierta en 2007, sucursal de una central en Múnich, no solo perdió pinturas bajo los escombros, sino que la explosión le arrebató del arquitecto que la diseñó, el artista libanés Jean-Marc Bonfils, de 57 años.

Marfa, igual de devastada e irreconocible, ya ha anunciado que seguirá con su labor, una vez supere este daño masivo que, en menor medida, también alcanzó a afectar la Opera Gallery o la Sfeir-Semler, que pide desde su web donaciones, primero para quienes necesitan ayuda más urgente, y luego para la cultura beirutí.

“Muchos artistas han perdido sus casas, sus estudios, sus amigos, han quedado marcados y conmocionados y no pueden trabajar (…) Muchas instituciones registran graves daños en instalaciones, las colecciones de arte están en peligro, los teatros han estado cerrados durante meses (a razón de la pandemia) (…) si no ponemos nuestro granito de arena para salvar la cultura, se hundirá definitivamente”.

Hay inmuebles culturales que han tenido más suerte que otros. Véase el de la Fundación de Arte Ramzi y Saeda Dalloul (DAF), con 4.000 piezas de creadores árabes; o el Museo Nacional de Beirut que, como indica la agencia AFP, “se benefició de un milagro”, con desperfectos solo en su fachada. Si bien, más que un milagro, fue el gran olfato del conservador Maurice Chéhab el que salvó sus obras griegas, romanas y fenicias, bien guardadas tras años de estar en la línea divisoria de la guerra.

Una intuición que habría salvado aún más al gran palacio de la capital, el hoy Museo Sursock. Lo que ven es el antes y el después de unas de sus joyas: las vidrieras de la entrada, en cuyas escalinatas han posado casi todos los visitantes. Eso sin contar con las fiestas que protagonizó desde su creación como casa privada, en 1912.

Hay algo que decimos en esta crónica, parafraseando a la familia que guarda el legado del aristócrata y apasionado del arte Nicholas Sursock: y es que el lugar resistió a dos guerras mundiales, a la caída del imperio otomano, a 15 años de guerra civil, y al conflicto entre Israel y Hezbolá. Pero nada la destruyó tanto como esta reciente explosión, que además echó para atrás 20 años de trabajo de restauración.

Al entrar, la familia Sursock, una de las grandes fortunas de la capital, se encontró con techos derrumbados, habitaciones polvorientas y el retrato de su patriarca partido en dos. Si hace meses el Museo, referente de la arquitectura libanesa, albergaba una muestra histórica de Picasso, hoy representa la propia historia reciente de Beirut.

Una historia que, tanto para el Sursock como para otros museos y sitios culturales (se cuentan en “centenares”), costará millones y millones de dólares restaurar. Con la economía frágil y sin puerto, se teme además que la llegada del invierno haga perder o deteriorar más patrimonio.

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