Los investigadores Dorry Segev y William Werbel, de la la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, estudian las respuestas a las vacunas covid-19 en personas inmunodeprimidas. Desde la aparición de la variante ómicron, muchos de estos pacientes corren más riesgos de contagiarse y desarrollar cuadros severos de la enfermedad.
Por Dorry Segev y William Werbel / The New York Times
Desde el inicio de la pandemia de covid-19, el riesgo de infectarse y desarrollar una enfermedad grave era sustancialmente alto para millones de personas con sistemas inmunitarios débiles debido a tratamientos de cáncer, enfermedades autoinmunes, trasplantes y muchas otras condiciones médicas.
Las vacunas prometían mejoras. Sin embargo, los médicos que nos enfocamos en cuidar a personas inmunodeprimidas constatamos muy pronto que las respuestas inmunes de nuestros pacientes a las vacunas a menudo eran débiles. Por ejemplo, en un estudio mostramos que los receptores de trasplantes de órganos que fueron vacunados con dos dosis de las vacunas de ARNm desarrolladas por Moderna y Pfizer tuvieron un riesgo 82 veces mayor de ser infectados y un riesgo 485 veces mayor de hospitalización o muerte en comparación con la población vacunada.
En Estados Unidos, las revelaciones fueron aterradoras, y sin una orientación clara de los funcionarios de salud sobre qué pasos seguir, muchas personas inmunodeprimidas empezaron a buscar soluciones por sí mismas. Algunas de ellas descubrieron cómo obtener dosis adicionales de la vacuna: encontraron farmacias que no preguntaban sobre las inyecciones anteriores o convencieron a médicos y farmacéuticos para que los ayudaran.
En un esfuerzo por elevar la inmunidad en este grupo de personas, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) finalmente autorizó en agosto una tercera dosis adicional de las vacunas Pfizer y Moderna. Y, desde entonces, la variante ómicron ha aumentado la urgencia de quienes son inmunocomprometidos. Algunas personas han buscado una cuarta y quinta dosis, aunque la seguridad y la eficacia de aplicarlas no se han estudiado del todo. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), en una decisión alentadora, ahora permitirán que algunas personas con sistemas inmunitarios comprometidos reciban una cuarta dosis este año, pero solo como un refuerzo administrado cinco meses después de su última inyección.
Las personas con alto riesgo no deberían sentirse solas en su búsqueda para estar protegidas. Los funcionarios de salud pública y otros proveedores médicos deben entender que la variante ómicron es especialmente atemorizante para las personas inmunodeprimidas porque es muy contagiosa, está demasiado extendida y puede infectar a personas que incluso tienen sistemas inmunitarios fuertes.
¿Qué pueden hacer las personas con sistemas inmunitarios débiles y cómo puede ayudar la sociedad a protegerlas?
Durante las olas de infecciones, las personas con sistemas inmunitarios comprometidos deben usar cubrebocas de alta calidad, como las N95, y minimizar situaciones en las que puedan estar expuestas a otras personas, particularmente a las que no están vacunadas. Sin embargo, las personas inmunocomprometidas tienen trabajos, familias y vidas por vivir. No se puede considerar la posibilidad de que simplemente se escondan en un sótano hasta que desaparezca la variante ómicron.
Como sociedad, podemos ayudar mucho al vacunarnos y, siguiendo los parámetros recomendados, ponernos el refuerzo, lo cual puede ayudar a controlar la pandemia. Quienes van a interactuar con personas inmunocomprometidas deben tomar precauciones adicionales, como usar cubrebocas y hacerse una prueba antes de verlas para evitar infectarlas.
Las personas inmunodeprimidas también necesitan más información y opciones de los políticos y médicos sobre cómo protegerse. Los pacientes y sus proveedores de salud, como nosotros, necesitamos orientación urgente del liderazgo nacional. Los CDC necesitan brindar recomendaciones frecuentes y actualizadas sobre pruebas de anticuerpos, dosis adicionales de vacunas y el momento recomendado para los refuerzos. Es necesario que la FDA elimine las restricciones generales sobre las dosis adicionales de vacunas para este grupo y permita que los proveedores de salud apliquen medicina personalizada para sus pacientes de alto riesgo.
Por ejemplo, muchas personas con sistemas inmunitarios débiles no producen anticuerpos después de la vacunación. Los anticuerpos son el “muro” principal que protege contra la infección por el coronavirus, y se necesita un muro poderoso para la variante ómicron. Aunque los anticuerpos no son la única medida de protección que evita desarrollar una enfermedad grave, se pueden medir fácilmente y analizarlos es útil para comprender el riesgo de infección en los grupos más vulnerables. Pero esta práctica no ha sido recomendada por los CDC ni la FDA, tal vez porque al inicio el mercado estaba abarrotado con pruebas de anticuerpos que no eran precisas. Tampoco hay guías a seguir para los trabajadores médicos sobre qué pruebas de anticuerpos serían informativas para estos pacientes, cómo obtenerlas y cómo interpretar los resultados.
Quienes van a interactuar con personas inmunocomprometidas deben tomar precauciones adicionales, como usar cubrebocas y hacerse una prueba antes de verlas para evitar infectarlas.
Los tratamientos con anticuerpos monoclonales previos a la exposición son otra herramienta de prevención prometedora para las personas inmunocomprometidas. Esto es cuando a las personas no infectadas se les administran anticuerpos fabricados que funcionan contra el virus como medida de protección. Uno de estos tratamientos fue autorizado recientemente por la FDA, pero su disponibilidad ha sido muy limitada y es necesario priorizar su producción. En este momento también estamos estudiando si los pacientes que recibieron trasplantes desarrollan una inmunidad más fuerte con dosis adicionales de vacunas si reducen temporalmente sus medicamentos inmunosupresores.
Y, más importante, las compañías farmacéuticas que están haciendo ensayos clínicos para medicamentos que podrían prevenir o tratar la COVID-19, necesitan incluir a personas con sistemas inmunitarios débiles. Personas gravemente inmunocomprometidas, como los pacientes trasplantados, fueron excluidos de todos los ensayos importantes de vacunas y solo unos cuantos fueron incluidos en estudios de anticuerpos monoclonales y antivíricos. Conforme estos medicamentos estén disponibles, este grupo de pacientes debe tener prioridad y sería mejor saber de manera temprana qué tan bien funcionan para ellos y qué tan seguros son.
Los proveedores médicos necesitan ayudar a sus pacientes inmunocomprometidos a tomar decisiones desafiantes para su vida diaria y calcular y mitigar su riesgo. Pero, para hacerlo, necesitamos herramientas y orientación. Solo con una mejor comprensión de la ciencia y la claridad de las autoridades de salud, tendremos alguna esperanza de proteger a nuestros amigos, familiares y vecinos vulnerables y ayudarlos a vivir de manera plena.
Dorry Segev es profesor de cirugía y epidemiología y vicepresidente asociado de cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y la Facultad de Salud Pública Bloomberg. Segev dirige el estudio de las respuestas a las vacunas contra la COVID-19 en personas inmunodeprimidas. William Werbel es médico de enfermedades infecciosas de trasplantes y oncología y profesor asistente de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
c.2022 The New York Times Company